
DÉJAME ENTRAR
Sin ánimo de destripar esta magnífica película, ya que cuando menos sepáis de ella, extremo complicado hoy en día, mayor será su disfrute, os diré que se trata de una historia de vampiros, pero no tiene nada que ver con la reciente “Crepúsculo”. Ya que todo lo que tiene una de más la otra lo tiene de menos y viceversa.
En “Déjame entrar” no existe una acumulación apabullante de efectos especiales ni de sangre, no existen secuencias rodadas desde cuarenta planos distintos y tampoco existen excesivos movimientos de cámara inquietos y sin sentido. Sino todo lo contrario, pausadamente, como la nieve que va cayendo a lo largo de toda la cinta, su director, Tomas Alfredson, nos va mostrando y a veces sugiriendo una preciosa, desgarradora y dura historia de amor.
Si, una silenciosa historia de amor. No se trata de una película de terror, sino de un íntimo y sensible cuento protagonizado por la inquietante Eli, una niña vampiro que aparenta unos doce años, y por el frágil Oskar, un niño de doce años maltratado por sus compañeros de clase.
La cinta está bien narrada, estupendamente ambientada y fabulosamente interpretada por Kare Hedebrant (Oskar) y Lina Leandersson (Eli), sobre todo ella con esa interpretación de un alma madura encerrada en un cuerpo adolescente, esa mirada penetrante es verdaderamente inolvidable. Destacar también la música de Johan Söderqvist, que pone la guinda al conjunto.
Por último, simplemente indicar que se trata de una cinta difícil de digerir y para la que no todos los estómagos están preparados.
Lo mejor: La interpretación de sus dos protagonistas adolescentes.
Lo peor: La falta de promoción de este tipo de producciones.
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