
"Gran Torino" (2008), de Clint Eastwood.
No parece que sea el mismo actor que hace unos treinta años era admirado por mi padre, quien
también disfrutó en su juventud de las interpretaciones de este magnífico profesional, bien en los cines, que ya no existen, con una entrada que rondaba las cien pesetas, o bien en la cita semanal con “Sábado Cine”, en este caso en blanco y negro, ya que el color aún tardó en llegar a casa. Y es que nos encontramos ante uno de los clásicos en vida, con una energía envidiable y que pocas veces defrauda cuando se coloca delante/detrás de una cámara.

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Gran Torino es un modelo de la compañía Ford, que estuvo en el mercado norteamericano entre los años 1968 y 1976, y que marcó tendencias en los venideros. Coche que da título a la cinta, pero que prácticamente no aparece en la misma.
Esta cinta, rodada en tan solo un mes y que se anuncia como la última del señor Eastwood, narra la amistad entre Walt Kowalski, un viejo duro y cascarrabias, a quien solo le queda la compañía de su perra, y Thao, un joven de la etnia hmong, que tiene problemas con las bandas callejeras de un barrio de vecinos inmigrantes a los que Kowalski detesta, y que han sustituido a sus antiguos vecinos compatriotas.
Eastwood nos muestra una radiografía de la sociedad norteamericana actual, con algunas escenas memorables; se abre su cazadora y muy despacio mete su mano hacía su cadera…, con grandes interpretaciones. Y hasta nos tiene una sorpresa guardada para los créditos.
Lo mejor: La interpretación de Ahney Her, que da vida a la hermana del joven protagonista, y la sorpresa que Clint Eastwood nos prepara para los créditos.
Lo peor: La angustiosa posibilidad de que ésta sea realmente la última.
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